El ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, Pablo Bustinduy, presentó los resultados del Estudio Aladino 2023. La prevalencia de la obesidad infantil se posiciona en el 15,9%, lo que supone una leve mejoría respecto a 2019 (17,3%).

A pesar de esta buena noticia, el informe revela una gran disparidad en la evolución de esta problemática, ya que la reducción no ha sido equitativa entre los diferentes estratos socioeconómicos. En las familias con menores ingresos, la obesidad infantil todavía es muy alta, con niveles casi idénticos a los de 2011.

El Estudio Aladino mide la Alimentación, Actividad física, Desarrollo Infantil y Obesidad en escolares. Para esta edición, cuenta con una muestra de 12.678 menores de entre 6 y 9 años, de cerca de 300 colegios de toda España. Según sus resultados, la prevalencia de la obesidad infantil se sitúa en el 15,9%, lo que representa una leve mejora respecto al 17,3% de 2019. Las cifras son algo más elevadas en niños que en niñas. El sobrepeso también mejora. En 2019 era de un 23,3%, frente al 20,2% actual, donde no se aprecian apenas diferencias por género.

El exceso de peso (suma de obesidad y sobrepeso) afecta a un tercio de los niños españoles, experimentando un descenso de poco más de cuatro puntos porcentuales respecto al último informe. Se refleja una tendencia positiva en cuanto al porcentaje de menores con un peso saludable, que ya supera el 60%, pero esta mejoría no se presenta de manera homogénea y deja fuera a la infancia de familias con menos ingresos.

Bustinduy aseguró que «existe amplia evidencia científica consolidada que apunta a que la prevalencia de la obesidad infantil es inversamente proporcional al nivel socioeconómico de las familias”. Recordó también que no se trata de un problema individual, sino que «hay una serie de factores contextuales relacionados con situaciones de precariedad” y que «los hábitos alimentarios, la calidad del sueño y el sedentarismo marcan el desarrollo de los niños». El ministro insistió en que se trata de una forma «inaceptable» de desigualdad en democracia, «porque es responsabilidad de los poderes públicos garantizar que ese desarrollo se dé en contextos seguros, saludables y sostenibles».

Los progresos parecen no alcanzar a los entornos vulnerables. En los hogares con una renta inferior a 18.000 euros brutos anuales, la prevalencia de la obesidad infantil y el sobrepeso es significativamente más alta, con cifras de 23,4% y 23,1% respectivamente, frente al 10,9% y 18,3% de las familias con ingresos superiores a 30.000 euros. Los datos indican que las condiciones socioeconómicas juegan un papel determinante en el estado de salud de los menores.

«Todos los niños y niñas en España, independientemente de los recursos de sus familias y el código postal en el que nazcan, tienen derecho a una alimentación saludable y de calidad», defendió el ministro. Sin embargo, casi la mitad de los niños con exceso de peso en España pertenece a familias con una renta inferior a 18.000 euros anuales.

El trabajo también pone de relieve la relación entre los hábitos alimentarios y el nivel socioeconómico de las familias. Los niños de rentas más bajas tienen más dificultades para acceder a una dieta saludable. En el conjunto de la población, menos de la mitad de los niños consumen fruta a diario, menos de una cuarta parte en el caso de la verdura. Estas cifras tan bajas se reducen aún más en las familias con ingresos inferiores.

Sucede al contrario con las bebidas azucaradas. Aunque de media solo un 4% de los niños consume refrescos más de tres veces por semana, este dato se multiplica por ocho en los hogares con rentas más bajas. En contraste, menos del 1% de los menores tiene este hábito en los de mayores ingresos.

En cuanto al desayuno, mientras que siete de cada diez escolares toman todos los días algo más que una bebida, el porcentaje baja en 17 puntos para las familias con rentas más bajas.

El sedentarismo juega un papel clave en la prevalencia de obesidad infantil. La actividad física regular, fundamental para combatirla, también entiende de clases. Los niños de familias más humildes pasan menos tiempo en actividades extraescolares y juegan activamente menos que los que pertenecen a hogares acomodados. La brecha se amplía aún más en el uso de pantallas. Cuatro de cada diez niños con pocos recursos exceden las dos horas diarias frente a una pantalla, una cifra que se reduce a la mitad en el caso de la infancia de hogares con un nivel de renta elevado.

Ante estos datos, el ministro Bustinduy destacó la urgencia de implementar medidas que ayuden a reducir estas desigualdades y mejorar la alimentación y el estilo de vida de los menores más vulnerables. En concreto, se refirió al Real Decreto de comedores escolares saludables y sostenibles, en colaboración con los ministerios de Educación, Agricultura, Juventud e Infancia y Sanidad, que tiene como objetivo garantizar que todos los escolares puedan acceder a una dieta variada y equilibrada al menos cinco días a la semana. «El comedor escolar debe favorecer buenos hábitos y ser un espacio de garantía de igualdad de oportunidades», aseguró.

La autorregulación, según el ministro, se ha demostrado «insuficiente», por lo que considera imprescindible adoptar nuevas medidas para “abordar de forma integral y efectiva la salud, el bienestar y el derecho a tener una buena vida independientemente de la familia en la que se haya nacido. Esta cuestión trasciende la promoción de hábitos saludables, implica también atender las causas subyacentes de la desigualdad y garantizar que el derecho a la salud no sea una ventaja confinada a esta o aquella familia. Queremos avanzar hacia un país que consagre condiciones universales de bienestar, independientemente de las condiciones de partida».

Para acceder al estudio, pinche aquí.